Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega
a semana santa o semana mayor, es para los católicos la semana más importante, pues se recuerda el misterio de la fe, todo lo que fundamenta y da vida a nuestra vida cristiana. Es lamentable que para muchos católicos, esta semana se convierta solo en vacaciones y se olviden del significado profundo y de participar en los oficios litúrgicos de la más grande de las semanas del año.
Después de habernos preparado durante el tiempo cuaresmal (40 días), desde el miércoles de ceniza hasta el jueves santo por la mañana, celebramos la Fiesta Pascual, fiesta de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Seis semanas de preparación intensiva, tienen su culmen en esta semana santa. Es santa, porque son días en que tenemos la oportunidad de buscar la santidad a través de los principales acontecimientos de nuestra fe, san Pablo nos recuerda “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”. A la santidad estamos llamados todos, no hay que tener miedo aceptar este llamado, por el contrario la santidad es la oportunidad de ser mejores, de irnos perfeccionando, hoy más que nunca se necesitan hombres y mujeres íntegros, que saquen a relucir su humanidad con todos sus valores. La santidad se alcanza viviendo una vida ordinaria de manera extraordinaria; es por eso que esta semana es extraordinaria, es santa.
Con la celebración del Domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; el Jueves Santo (día que con la misa vespertina se comienza el Triduo Pascual), la Cena del Señor, en donde instituyó el mandamiento del amor, el sacerdocio y la Eucaristía; el Viernes Santo, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; el Sábado Santo, con la celebración de la Vigilia Pascual por la noche, celebramos la Resurrección y así, comenzar con el Tiempo Pascual, que son 50 días, hasta Pentecostés.
Es una semana, en donde las familia tienen la oportunidad de convivir y de unirse por la fe; en donde los cristianos tenemos la oportunidad de profundizar en cada unos de los misterios que profesamos, y de poder revitalizar nuestra identidad y nuestro quehacer como buenos cristianos; por eso, no podemos reducir estos días santos a simples “vacaciones de semana santa”, como muchos han osado decir.